El salón de tu casa en los 80 y hoy: encuentra las 5 diferencias
Junto a las distintas tendencias y estilos que en las tres últimas décadas han inundado este espacio familiar, su evolución está estrechamente ligada a la televisión y a su avance tecnológico
Cierra los ojos. Intenta visualizar por un momento cómo era el salón de tu casa cuando eras pequeño. O incluso podemos dar un paso más: ¿recuerdas cómo era el de tus abuelos? Os echamos una mano: desde las salas pequeñas hasta los espacios más grandes, los llamados salón-comedor, gran parte de la vida se hacía en torno a la televisión.
Primero colocada sobre una sencilla mesa que, en algunos casos, brindaba también espacio a revistas o periódicos. Después sobre otras más “sólidas” que en su parte inferior custodiaban la vajilla, por ejemplo. Y si buscáis un poco más profundamente y escudriñáis a conciencia esos recuerdos, hasta es posible que logréis ver todo el decorado que arropaba la parte superior de la televisión: pequeños marcos con fotos, figuritas de porcelana… y en algunas casas, hasta la famosa flamenca.
Aquellas televisiones de tubo, a años luz todavía de las pantallas que en la actualidad dominan nuestros salones, eran casi objeto de culto: ocupaban un espacio importante en la habitación y también en nuestras vidas. Eran motivo de encuentro, excusa para pasar tiempo juntos disfrutando de la realidad en blanco y negro que nos trasladaban.
Las pantallas se escondieron…
Años después, el color lo cambió todo. Seguramente fuera el primer paso en una evolución que no había hecho más que empezar. Porque cuando todos nos habíamos acostumbrado a él y además ya no teníamos que levantarnos a cambiar de canal, las teles empezaron a “esconderse” dentro de los muebles. Colocadas estratégicamente en sus huecos, cerradas incluso con unas discretas puertas, parecía que las reinas del salón habían perdido protagonismo.
… para luego aparecer
Pero el “destierro” iba a durar poco. El desembarco de las pantallas planas las sacó de nuevo a la luz. Primero colocadas sobre muebles, luego sobe ligeras baldas y finalmente, fijadas directamente en la pared. Claro que la recuperación de su papel tendría consecuencias para otros elementos decorativos: las enormes pantallas que reinan en la actualidad en muchos salones han desplazado a los tradicionales cuadros, que parecen no tener cabida ya en la estancia más importante de la casa.
Es evidente que, aunque no seamos conscientes de ello, la evolución del aspecto de nuestros salones ha estado y está condicionado en cierta medida por la televisión. Mejor dicho: la configuración de esta sala se ha tenido que ir adaptando a los avances tecnológicos experimentados, en concreto, por la televisión. Pero no es el único condicionante: qué decir de las antiguas radios o de los tocadiscos hoy convertidos en pequeños aparatos casi imperceptibles.
Las 5 diferencias
Este breve recorrido por los salones de nuestra vida nos permite fácilmente identificar cinco cosas que han cambiado. Incluso muchas más de cinco. Pensemos ahora en las aulas del colegio, del instituto o de la universidad donde estudiamos. ¿Somos capaces de encontrarlas?
De alguna manera y fruto de la evolución experimentada por la propia práctica educativa, sin duda muy influenciada por la revolución tecnológica, lo mismo ha sucedido en las aulas. Aquellos espacios abigarrados en los que no cabía ni un pupitre más, en los que además era casi imposible modificar la configuración por lo muchísimo que pesaban aquellas mesas con las sillas soldadas, han pasado a la historia.
Es indudable que las aulas en las que el profesor impartía la docencia subido en una tarima, a un nivel superior al de los alumnos que le escuchaban, ya no tiene cabida. Porque el aula magistral ha ido poco a poco cediendo terreno al aula colaborativa. Y esta tiene, sin duda, características muy distintas: el mobiliario está concebido y fabricado para dar respuesta a los nuevos métodos de estudio. Es por ello que estos muebles apuestan por la movilidad y la versatilidad, sin olvidar la seguridad (es absolutamente imposible, por ejemplo, que un estudiante se pille un dedo) y la ergonomía.
Aunque lo denominamos “del futuro”, este proyecto, que apuesta por potenciar el uso de las metodologías activas para el desarrollo competencial del alumnado a través de las tecnologías digitales y los espacios, tiene su origen hace una década, de mano del Future Classroom Lab (FCL), desarrollado por el consorcio de Ministerios de Educación europeos.
Así que el Aula del Futuro, que tendría que ser ya el del presente, busca promover cambios metodológicos en la práctica docente diaria a través de la creación y organización de espacios flexibles en los centros educativos que favorezcan el uso de metodologías activas. Y, sin duda, el diseño y el mobiliario son esenciales para lograr la creación de los espacios contemplados en la iniciativa europea, concebidos para que los alumnos investiguen, interactúen, exploren, desarrollen, creen y presenten.
El Aula del Futuro busca ser espacio de experimentación para mejorar los procesos de aprendizaje de los alumnos. Aunque el propósito no tiene que ver, en principio, con el diseño del espacio o los elementos que lo componen, es indiscutible que estos desempeñan un papel fundamental. La facilidad para trasladarlos (gracias a las ruedas, en muchos casos), la ligereza de los materiales, seleccionados con criterios de sostenibilidad, los espacios vacíos o la colocación de las mesas en círculo pueden contribuir a lograr los ambiciosos objetivos que persigue este proyecto europeo.
Y aunque ya existen referentes en el ámbito educativo, es normal que a veces no sea sencillo encontrar las ventajas de esas cinco diferencias entre el aula de entonces y el del futuro. Pero pensemos que, para nuestros pequeños y jóvenes, estas son espacio de conocimiento, de crecimiento, de experimentación. Como en gran medida lo fueron hace unas décadas los salones de nuestras casas.